domingo, 28 de octubre de 2012

Glinda, la bruja buena del Sur

Amigurumi Bruja buena del Sur del Mago de Oz
Amigurumi Bruja buena del Sur del Mago de Oz

 Al acercarse Dorothy, una de ellas le preguntó: ¿Por qué vienen al País del Sur?

-Queremos ver a la Bruja Buena que gobierna aquí -contestó la niña-. ¿Nos llevarán ante ella?

-Denme sus nombres y preguntaré a Glinda si quiere recibirlos.

Le dijeron quiénes eran y la joven soldado entró en el castillo para regresar poco después y anunciarles que podían pasar.

Empero, antes de que pudieran ver a Glinda, los condujeron a una estancia del castillo donde Dorothy se lavó la cara y peinó, el León se sacudió el polvo de la melena, el Espantapájaros mejoró su forma y el Leñador lustró su cuerpo y aceitó sus coyunturas.

Cuando estuvieron presentables, marcharon con la joven soldado a una amplia sala donde la Bruja Glinda se hallaba sentada en un trono de rubíes.

Era joven y hermosa, de abundantes cabellos que caían en ondas sobre sus hombros. Sus ojos azules miraron bondadosos a la niñita.

-¿Qué puedo hacer por ti, pequeña? -preguntó.

lunes, 15 de octubre de 2012

El gato

Pareja de gatos hechos con punto de cruz
Pareja de gatos hechos con punto de cruz

Échate, hermoso gato, sobre mi corazón enamorado;
guarda las garras,
y déjame atisbar entre tus ojos
mixturas de metal y ágata.
 
Cuando mis dedos acarician lento
tu cabecita y tu dorso elástico,
cuando mi mano se embriaga de placer, palpando
tu cuerpo eléctrico,
 
una mujer regresa hacia mi espíritu. Y mira
tal como tú, amable bicho,
profunda y fría, filosa e hiriente como saeta.
 
Y entorno nadan, circunscribiendo
su cuerpo bruno, de pie a cabeza,
un sutil aire y los perfumes amenazantes.

En mi pensamiento se pasea,
como en su apartamento un bello gato.
Encantador y fuerte.
Y dulce. Su maullido apenas se percibe,
 
tan tierno su timbre, tan discreto;
esté apacible o gruña,
su voz es siempre espléndida y profunda.
Es ese su encanto y su secreto.
 
Esa voz perlada que se filtra
en mis concavidades tenebrosas,
como innúmero verso me complace,
como droga que estimula la alegría.
 
Adormece todas las crueldades,
el éxtasis en ella se aposenta;
y para volverse inteligible
prescinde de palabras.
 
No. No sé de otro cordófono,
instrumento perfecto,
que de mi corazón pueda realmente
tensar su más vibrante cuerda,
 
que esa tu voz, oh misterioso gato,
gato seráfico,
extraño,
tan sutil y armonioso como un ángel. 
 
De su pelaje blondo y bruno
brota un perfume tan dulce, que una noche,
y tan sólo una vez, bastó tocarlo
para quedarme impregnado de su bálsamo.
 
Espíritu hogareño,
él juzga, inspira, manda
todas las cosas que su imperio conforman.
¿Es él un dios? ¿Acaso un duende?
 
Cuando mis ojos, hacia el amado gato
van, como a una piedra imántica,
hacia mí se regresan dócilmente,
y me miro a mí mismo,
 
y con asombro,
compruebo el fuego de sus pupilas pálidas
y en la mirada fija,
vivientes ópalos, translúcidos fanales.

 «El Gato». Charles Baudelaire