Pájaros amigurumi sobre las ramas de un árbol |
—Creo que nos vendría bien... para desintoxicarnos un poco... salir a dar un pequeño paseo — anunciaba, lanzando una mirada de disgusto sobre Les petits oiseaux de l'Europe—. Vamos dando una vuelta y volvemos por la avenida, ¿eh? ¡Estupendo! Pero no debemos perder el tiempo, ¿verdad que no? Será una buena ocasión de practicar nuestro francés hablado, ¿no te parece? Así que nada de inglés, por favor; hay que decirlo todo en francés. Es la manera de irse familiarizando con un idioma. De modo que callejeábamos por el pueblo en silencio casi total. Lo bueno de aquellos paseos era que, nos marcáramos el rumbo que nos marcáramos, antes o después acabábamos indefectiblemente en el mercado de pájaros.
Tres parejas de agapornis amigurumi |
De repente nos volvía a tierra el reloj del bolsillo del chaleco de Kralefsky, con su estridente timbre, y en las prisas por sacarlo y pararlo casi se le caía todo su inestable cargamento de jaulas.
—¡Caramba! ¡Las doce! Quién lo habría pensado, ¿eh? Tenme este pardillo, haz el favor, mientras paro el reloj... Gracias... Habrá que darse prisa, ¿eh? Pero así de cargados, dudo mucho que lleguemos a pie. ¡Vaya! Mejor será coger un coche. Es un lujo, desde luego, pero a la fuerza ahorcan, ¿verdad?
Corríamos al otro lado de la plaza, amontonábamos en un coche nuestras gorjeantes y revoloteantes compras y volvíamos a casa de Kralefsky, con el tintineo del arnés y el golpeteo de los cascos mezclándose agradablemente con el piar de nuestro cargamento.
«Mi familia y otros animales». Gerald Durrell.
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