"Keep calm and kiss me" de punto de cruz con Packman |
María recibía un regalo cada día. “Tengo un presente para usted mi amada” le susurraba Manuel al oído. Y posaba muy suave los labios en los de ella. Ese era el regalo. Un beso de esos. A veces se le unía una flor, se complementaba con un disco, se adornaba con un dulce. Pero solo a veces. El grueso del regalo era el beso.
A veces no dormía a su lado por cuestiones muy largas de explicar en este relato. Pero Manuel era hombre cumplidor. Recordaba los días que no se había despertado a su lado y a la siguiente vez le daba todos los besos atrasados.
María creía recordarlos todos. Todos le habían sabido a dulce y queso, a miel y nueces, a salsa de yogur. Se los había guardado escondidos bajo la piel por todo su cuerpo y cuando estaba sola se tocaba en algún punto y saltaba el beso allí escondido, lo disfrutaba y lo volvía a guardar.
Un día decidió corresponder con algún regalo. Pensó en regalarle esperanza y le pareció demasiado poco. Le vino a la cabeza un enorme paquete de paciencia y le pareció un presente sin personalidad. Lo dejó. Ya se le ocurriría algo.
Días después, mientras despertaba besos de sus pechos, apareció en su mente un regalo perfecto para Manuel.
Una enorme montaña de locura.
Era perfecto para él. Podría incluso compartirse de tanta locura que le iba a regalar. Sonrió imaginando la cara de su amado. Decidió despertar con sus dedos los besos que se escondían bajo su vientre, a solas, bajo las sábanas, desperdiciando un poco de locura. Total, era tanta la que le iba a regalar…
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