Cuadro de punto de cruz para la cocina con hierbas aromáticas, aceite y limón |
Tita
tuvo mucho cuidado en cebar a los guajolotes apropiadamente, pues le interesaba
mucho quedar bien en la fiesta tan importante a celebrarse en el rancho: el
bautizo de su sobrino, el primer hijo de Pedro y Rosaura. Este acontecimiento
ameritaba una gran comida con mole. Para la ocasión se había mandado hacer una
vajilla de barro especial con el nombre de Roberto, que así se llamaba el
agraciado bebé, quien no paraba de recibir las atenciones y los regalos de
familiares y amigos. En especial de parte de Tita, quien en contra de
lo que se esperaba, sentía un inmenso cariño por este niño, olvidando por
completo que era el resultado del matrimonio de su hermana con Pedro, el amor
de su vida.
Con
verdadero entusiasmo se dispuso a preparar con un día de anterioridad el mole
para el bautizo. Pedro la escuchaba desde la sala experimentando una nueva
sensación para él. El sonido de las ollas al chocar unas contra otras, el olor
de las almendras dorándose en el comal, la melodiosa voz de Tita, que cantaba
mientras cocinaba, habían despertado su instinto sexual. Y así como los amantes
saben que se aproxima el momento de una relación íntima, ante la cercanía, el
olor del ser amado, o las caricias recíprocas en un previo juego amoroso,
así estos sonidos y olores, sobre todo el del ajonjolí dorado, le anunciaban a
Pedro la proximidad de un verdadero placer culinario.
Las
almendras y el ajonjolí se tuestan en comal. Los chiles anchos, desvenados, también se tuestan, pero no mucho
para que no se amarguen. Esto se tiene que hacer en una sartén aparte, pues se
les pone un poco de manteca para hacerlo. Después se muelen en metate junto con
las almendras y el ajonjolí.